Dos cartas perdidas de Francisco de Goya. Heraldo de Aragón/Suplemento domingo.
En las páginas de Heraldo de Aragón, del 31 de diciembre de 1921, se dio a conocer la existencia de dos cartas de Goya, hoy desaparecidas, que se suponen escritas en 1776, desde Madrid, dirigidas a su amigo Grasa y a Mariquita, la tabernera de la calle de Colchoneros de Zaragoza. En ellas, Goya reclama un retrato, tal vez el que hizo a su madre, con unos 15 años de edad, de admirable colorido, y en el que se vislumbra ya su genio. Una de las misivas hace referencia a la precipitada huida de Zaragoza del pintor, que por su cercanía con los hechos del Motín del Pan ha creado polémica entre los estudiosos.
El periodista aragonés Eduardo Ruiz de Velasco, corresponsal entonces de Heraldo en Madrid, daba a conocer en la primera página la existencia de dos cartas de Goya que estaban en posesión de un tal Ricardo Blasco, lejano pariente del literato Eusebio Blasco, y, según Ruiz de Velasco, vivo retrato de don Francisco, parecido que Ricardo Blasco asumía plenamente, aceptando incluso que tal vez procediera de la familia del gran pintor aragonés.
Resultaba que un tío suyo, peluquero del Hotel Palace, llamado Baldomero Blasco, esa el que poseía esas dos cartas, en las cuales Goya revela su carácter aragonés y el deleite con que emplea los diminutivos ico e ica, según Ruiz de Velasco. Además, el peluquero también poseía un retrato de la madre de Goya. Ruiz de Velasco había conocido circunstancialmente a Ricardo Blasco, y, dado el interés que tenían esos documentos, lo puso en comunicación con dos de sus amigos periodistas. Tomás Borrás (Ruiz de Velasco lo llamaba familiarmente Tomasito) y Bagaría (supongo que el dibujante), que son hombres de gran sentimiento artístico y que podían apreciar el valor del retrato que se suponía debido al pincel de Goya.
Según la descripción que el periodista aragonés hace en Heraldo, una de las cartas está dirigida a un amigo de Goya llamado Grasa y le hace el encargo de que vaya a la tabernita de la calle del Colchoneros (hoy Dormir) que se halla en la tercera casa a la derecha, cuya dueña se llama Mariquita y le pida un retrato que él se dejó cuando salió huyendo de Zaragoza. Según dice Ruiz de Velasco, por fecha de la carta que es de 1776, se supone que Goya pintó el retrato de su madre cuando tenía de 14 a 16 años. El retrato es admirable de colorido y en él, según Borrás, cuya opinión confirma Bagaría, se vislumbra ya el genio portentoso de D. Francisco de Goya y Lucientes. La segunda carta es una consecuencia de la primera, según relata Ruiz de Velasco: La otra carta está dirigida a Mariquita, la dueña de la taberna de la antigua calle de Colchoneros, y en ella le dice que es el mozo pintor de Fuendetodos que le emborronaba las mesas y las paredes. Le recuerda que tiene una deuda de veinte reales la cual saldrá en su nombre su amigo Grasa.
Sobre la razón de su precipitada huída de Zaragoza a la que se refiere la primera de las cartas se ha aducido que fue debida a la participación sobresaliente de Goya en el llamado Motín del pan (o Montín de los broqueleros), de 1775, lo que el investigador José Luis Ona desmiente con rotundidad. Alguna razón tendría que haber. Ambas están catalogadas por el profesor Ángel Canalellas López en su Diplomatario (1981), que se limita a repetir lo dicho por Ruiz de Velasco. Ona, en Goya y su familia en Zaragoza (1997) hace referencia a ellas como perdidas y de discutida fecha. Al término de su artículo, Ruiz de Velasco hacía un ruego al Ayuntamiento para que gestionase la adquisición de esas dos cartas y el supuesto retrato de su madre, con vistas a su conservación en el Museo de Aragón (sic) y el Archivo del Concejo zaragozano, pero parece claro que no fue escuchado. ¿Qué fue de aquellas cartas y de aquel retrato? ¿Se habrán perdido irremisiblemente?