Un joven Goya se apropia de una Piedad atribuida hasta ahora a Bayeu. Heraldo de Aragón
"Cuando vi esta Piedad los ojos me hacían chiribitas. Lo vi claro desde el principio. Me había pasado anteriormente con algunas piezas anónimas de Bayeu, pero no con esta clarividencia y rotundidad, y llevo más de 30 años estudiando la pintura española y aragonesa del siglo XVIII". Así recuerda el profesor e historiador del arte de la Universidad de Zaragoza, Arturo Ansón Navarro, su primer cara a cara con esta Piedad, considerada hasta ahora de Francisco Bayeu, y que él atribuye a los pinceles de un joven maestro de Fuendetodos de 28 años que apuraba sus últimos meses en Zaragoza antes de marchar a Madrid.
El primer sorprendido del hallazgo fue él. Cuando en junio de 2008 los actuales propietarios del cuadro, unos coleccionistas privados catalanes -de los que lógicamente prefiere mantener el anonimato -, le solicitaron que confirmase la autoría de Bayeu, no imaginaba con lo que iba a encontrarse. Así comenzó una prolija investigación que se prolongó hasta mayo de 2009. La revista especializada Ars magazine publica en su último número un artículo en el que este erudito da cuenta de su descubrimiento, y del que ayer también se hacía eco el diario El país.
El óleo sobre lienzo, de 83,5 x 58 centímetros, presenta un buen estado de conservación, mantiene la tela de cáñamo y el bastidor originales. En su estudio, Arturo Ansón también da cuenta del periplo del cuadro, del que asegura siempre estuvo en la capital aragonesa, hasta que sus actuales dueños lo adquirieron a una familia zaragozana. "Goya lo pintaría por encargo de algún eclesiástico o comitente de la burguería zaragozana para cumplir una función devocional privada o doméstica", comenta. También se sabe que a mediados del siglo XX pertenecía a un canónigo del Cabildo Cesaraugustano.
Por esta razón, este experto se siente "orgulloso" de que "desde Zaragoza haya salido a la luz una pieza de esta categoría, de una calidad extraordinaria que no va a dejar indiferente a nadie". "Es la obra de un Goya joven que ya demuestra que es un gran maestro", mantiene.
PARALELISMO E INFLUENCIAS
Para la atribución de esta Piedad a Goya, Arturo Ansón ha estudiado en profundidad obras de la misma época del genio, así como ciertos lienzos que podrían haber influido en él.
De esta forma, por ejemplo, para la figura de la Virgen explica que se inspiró en una obra de Carlo Maratti que había estudiado durante su estancia en Roma. En el cuerpo de Cristo y en su manera de disponerlo sobre las piernas de la Virgen encuentra ecos de los cristos de Annibale Carracci.
Además, establece un buen puñado de similitudes entre este óleo y otras pinturas de Goya. Entre ellas, con los rostros de la Virgen María de la escena de La circuncisión de Jesús (1773) de la iglesia de la cartuja de Aula-Dei y la figura alegórica de La Caridad (1781) de las pechinas de la cúpula Regina Martyrum del Pilar. También fija su atención en los "pliegues facetados, angulosos y quebrados" de los mantos, que ya son "de grandes planos" y "recuerdan los de las esculturas".
"UNA ATRIBUCIÓN FORMAL"
Sin entrar a manifestarse sobre la validez de este hallazgo, el profesor titular de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, Juan Carlos Lozano, apunta que se trata de una "atribución formal, basada en aspectos y argumentos técnicos y estilísticos". "Me merece todos los respetos, por venir además de un buen profesor como es Arturo Ansón", afirma. Solo ha visto esta Piedad en fotografía y carece de elementos de juicio, además recuerda que pertenecería al "Goya joven que es el más problemático, que cambia de estilo y se adapta a los gustos de sus clientes".
Desde el Museo del Prado, la conservadora jefe del XVIII, Manuela Mena, también ha preferido mantenerse al margen.