‘El pelele’ ya vuela en Caixafòrum. El País

Exposiciones
09 mar 2012

Empieza la instalación de la exposición 'Goya. Luces y sombras'. La exposición reúne cerca de un centenar de piezas procedentes del Prado.

 

El primero de los goyas del Museo del Prado en colgar de las paredes de Caixafòrum de Barcelona para formar parte de la gran exposición que se inaugurará el próximo jueves ha sido El pelele, un óleo sobre lienzo -originalmente uno de los últimos cartones para tapices que realizó Francisco de Goya- pintado entre 1791 y 1792 para el gabinete del Carlos III en El Escorial. Esta pieza exquisita, ligera y de colores claros, que reivindica claramente el poder de las mujeres burlándose de la imagen del macho, es el mejor anuncio de lo que será la exposición Goya. Luces y sombras, el plato estrella de la programación del año del décimo aniversario de la puesta en marcha de Caixafòrum en la antigua fábrica Casaramona, al pie de la montaña de Montjuïc.

Las casi cien obras del pintor aragonés llegaron ayer por la mañana en varios camiones procedentes de la pinacoteca madrileña y, una vez colocadas, dialogarán con las de la exposición de uno de los pintores a quien más influyó, el francés Eugène Delacroix, que ocupa también varias salas de Caixafòrum. La oportunidad de contemplar en el mismo espacio expositivo las obras de estos dos grandes maestros será difícilmente repetible.

La exposición estará estructurada en forma cronológica y forma parte del acuerdo de colaboración entre la Obra Social La Caixa y el Museo del Prado. Entre las obras más conocidas que se podrán ver en Barcelona figuran La maja vestida, La sombrilla, Vuelo de brujas y Todavía aprendo. Uno de los objetivos de la exposición es mostrar el virtuosismo técnico de Francisco de Goya, uno de los elementos claves para entender con qué armas contaba el genial artista aragonés para abrir las puertas del arte moderno, algo que se pondrá sin duda en evidencia cuando se compare con la exhibición de Delacroix, que quedó completamente fascinado por la obra de Goya cuando pasó por Madrid en 1832, y su trabajo, marcado por la contemplación de Los caprichos, de Goya, que guardaba el embajador de Francia.

 

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