Fallece el historiador y estudioso de Goya Nigel Glendinning. ABC
El prestigioso hispanista cultivó y exigió el rigor científico como única forma de avanzar en la investigación de la obra del pintor de Fuendetodos.
Decir el último adiós es siempre difícil y doloroso. La generosidad y el cariño que siempre acompañó a Nigel Glendinning es el que hace sin duda que no me sienta sola al escribir estas palabras. Como se encuentran en estos momentos sus hijos, Paul, Matthew, Simon y Hugo, a quien debemos algunos de sus bonitos retratos, como el que acompaña la semblanza publicada por la Fundación Amigos del Museo del Prado: sentado en el cuarto de estar de su casa en Mile End, del barrio de BOW al que también dedicó su tiempo. Allí, junto a la chimenea y la ventana, detrás su rica y mimada biblioteca de obras españolas del siglo XVIII, rodeado de libros y documentos, escribía y recibía a todos con cariño, cordialidad y sincero interés.
También me acompañan todos sus alumnos y estudiantes a los que ayudó, orientó y escuchó en sus casi sesenta años de experiencia universitaria, a lo largo de los cuales, como explicó en su discurso de investidura como doctor Honoris Causa de la Universidad Complutense de Madrid, en 2006, vio cómo estas anquilosadas instituciones evolucionaban a mejor, abriéndose a la sociedad, preocupándose por los problemas actuales y renovando sus metodologías de enseñanza e investigación. Siento también junto a mi a sus amigos en España, muchos de ellos miembros como él de las sociedades dieciochistas o historiadores del arte, y en el Reino Unido, donde presidió la asociación ARTES.
Nigel Glendinning nació en 1929 en East Sheen (Surrey), pero joven se trasladó a Londres donde fue miembro del coro de la Catedral de Saint Paul. Siempre disfrutó con el arte, la poesía, la música, la pintura, la escultura... No es raro, pues varios miembros de su familia las cultivaron, entre ellos su madre, Olive Ledward, en cuya biografía estaba trabajando actualmente.
Pero tras licenciarse en 1953 en Lengua y Literatura francesa y española en la Universidad de Cambridge, la carrera universitaria fue su prioridad y pronto pasó a primer plano el español y su literatura, pues su tesis doctoral fue la «Vida y obra de Cadalso», publicada en la editorial Gredos en 1962 con el apoyo de Dámaso Alonso. En aquello años tuvo oportunidad de vivir temporadas en España y siempre recordaba con alegría los veranos con los hijos en el Ampurdán. Frecuentó la tertulia de Antonio Rodríguez-Moñino, a quien siempre admiró, y como tantos otros fue en el Café Lyon, de la madrileña calle de Alcalá, donde se incorporó a ese rico y versátil mundo del hispanismo que tanto ha dado a conocer nuestra cultura fuera y nos ha ayudado a reflexionar sobre nosotros mismos.
Honores y nombramientos
En 1956 inició su carrera como profesor adjunto de la universidad de Oxford, poco después sería nombrado Reserach Fellow en Trinity Hall de la Universidad de Cambridge, catedrático de Español en Trinity College de la Universidad de Dublín (1970-74), catedrático de la Universidad de Southampton (1962-70), catedrático de Queen Mary and Westfield College de la Universidad de Londres (1974-1991), siendo catedrático emérito de este último hasta la actualidad.
Parejos fueron los honores y nombramientos en España y el Reino Unido. Y siempre de alguna manera estuvo presente Goya, pintor del que disfrutó, aprendió y estudió con rigor, admiración y respeto. Su compromiso con el artista y su obra fue un ejemplo más de su compromiso con la vida y el servicio público. Progresista, demócrata y humanista, hace unos días se apenaba de que nuestra torpeza y egoísmo fueran los causantes de que a sus nietos, y los de todos nosotros, les estuviéramos construyendo un mundo peor. Por eso, en su opinión, nuestra primera prioridad debía ser trabajar por la cordura que haga posible un futuro mejor donde puedan disfrutar del arte, la literatura, la música, la historia, la camaradería, la amistad, el amor..., en definitiva disfrutar de una vida larga y rica como fue la suya. Jesusa Vega