Goya sienta cátedra en el Prado. ABC.es
La pinacoteca madrileña revisará la obra del pintor romántico con un ciclo de conferencias.
Si hay un museo autorizado para hablar de Francisco de Goya es el Prado. Con más de mil obras -entre pinturas, dibujos, estampas y documentos-, el pintor del siglo XVIII es el más prolífico de la pinacoteca española, que atesora su mayor legado en el mundo. Ese bagaje es el que ha motivado la cátedra «Sobre la vida y arte de Goya», que entre octubre y noviembre abordará la vida y la técnica del artista.
Organizada por el Centro de Estudios del Museo, la cuarta Cátedra del Museo del Prado desmontará algunos tópicos arraigados sobre el autor gracias a la documentación recabada por los expertos del Museo durante las dos últimas décadas.
«Vamos a explicar las leyendas sobre Goya. ¿Era valedor o enemigo de Godoy?», se preguntaba ayer Manuela Mena, Jefa del Área de Conservación de Pintura del siglo XVIII y Goya, y directora de la cátedra.
La documentación es «fundamental» para despejar esos malentendidos históricos, dijo durante un recorrido por las salas del pintor aragonés. Tanto, que Mena aseguró haber visto en el extranjero «al menos un 10% de obras que atribuían a Goya y no eran suyas». Aunque en el Prado también hay cuadros de dudosa autoría, Mena redujo el porcentaje al 0,1%.
Matemático
Entre apuntes sobre la luminosidad del período temprano del artista y las «sutilezas expresivas» de «La boda» -una obra que, «como todo Goya, ajusta perfectamente «las distancias y el colorido»-, la comisaria de «Goya en tiempos de guerra» en 2008 explicó que la limpieza de los lienzos del maestro está casi completada.
La restauración se evicencia en el sótano del Museo, donde descansan los retratos de Jovellanos, Carlos III y la condesa de Chinchón, entre otros. Su «impresionante» estado de conservación aporta, según Mena, un conocimiento cronológico del pintor. Sin ir más lejos, la historiadora del arte desmontó un mito ante el retrato de la condesa: «al contrario de lo que siempre se ha dicho, estaba locamente enamorada de Godoy», al que «probablemente estaba mirando» en ese momento.
Deducciones como ésta son posibles gracias al riguroso orden geométrico al que, según Mena, Goya sometía todas sus obras. También a las «majas», cuya postura trasluce un «auténtico adelanto del siglo XIX en la representación de la mujer». Su manejo del espacio
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de las matemáticas, el otro arte que dominaba. Quizás por eso llamaba a su oficio la «sagrada ciencia» del que él era «sacerdote».