El Prado invita a descubrir el valor de los detalles en el arte. El Periódico de Aragón.
CaixaForum muestra 'Objetos que hablan', con 60 obras de Goya, Zurbarán, Murillo y otros maestros.
Todos los hombres --ya sean aristócratas, reyes, artistas o mendigos-- estamos rodeados de objetos durante toda la vida, objetos que a veces pasan desapercibidos como un chupete, algunos resaltan la personalidad, como joyas, y otros dan una imagen de nosotros, como herramientas de trabajo, comida, etc. Ahora, esas piezas cobran protagonismo en la exposición Los objetos hablan. Colecciones del Museo del Prado, que se compone de sesenta obras maestras (52 pinturas y ocho piezas decorativas), que puede verse en CaixaForum Zaragoza hasta el 17 de mayo.
La exposición, que convierte al centro en un "Prado en miniatura", incluye obras de Goya, Murillo, Ribera, Zurbarán, Sorolla, Vicente López, Giordano, Brueghel el Viejo, etc., y quiere hacer hincapié en mostrar --a través objetos que van desde una medalla de Felipe II, de 1559, hasta la figura de una mujer en la playa pintada por Cecilio Pla en la segunda mitad del siglo XX-- "como era la sociedad desde el siglo XV hasta hoy" y cómo el entorno social y geográfico de los retratados a través "de los objetos que aparecen en las obras", reconoció Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación La Caixa, en la presentación. Junto a ella estuvieron presentes, Ricardo Alfos, director de CaixaForum Zaragoza; Miguel Zugaza, director del Museo del Prado; y Fernando Pérez Suescun, jefe de Contenidos didácticos del Área de Educación del Museo del Prado, comisario de la muestra y encargado de "hacer hablar a los objetos", según lo definió Zugaza. Y es que son esos artículos los que nos permiten conocer al protagonista de la obra y acercarnos al "mensaje que el artista quiso transmitir", señaló Pérez Suescun.
CUATRO SECCIONES
La muestra está estructurada en cuatro secciones temáticas. La clave está en el objeto es la primera, "un aperitivo que casi es un menú completo", según el comisario. Ahí está el retrato La duquesa de Abrantes, de Goya, que "nos muestra un papel, una partitura musical, que nos muestra que era aficionada a la a la música y al canto"; o El charlatán sacamuelas (1620-5), de Rombouts, con "las muelas por la mesa y colgadas en el cuello", un hombre "habilidoso porque no mira al paciente sino a nosotros".
En Los objetos hablan, Pérez Suescun invita a fijarse en la indumentaria del caballero de la Orden de Santiago que aparece en Julián Romero y su santo patrono, de un seguidor de El Greco; o en Isabel de Francia, reina de España, de Frans Pourbus el Joven, en el que Isabel de Borbón "se lleva la mano al pecho para mostrar una de las joyas que le regaló el que luego sería su esposo, Felipe IV. También hay dos "retratos con abanico", uno de Sánchez Coello, que lo muestra como un "objeto de lujo", mientras que otro de una actriz, es "de pluma y lo sujeta con el dedo meñique". En esta sección está el aristócrata George Legge --pintado por Batoni--, que "nos muestra un mapa y objetos de sus viajes". Los bodegones también permiten "un juego visual" que enfrenta a los austeros de Meléndez con los flamencos, que hacen referencia "a la fugacidad de la vida". Aquí aparecen representados dioses y santos o el infante Don Fernando, que muestra su toison de oro "señal de que será el próximo rey" mientras su hermana juega con un juguete.
El mensaje escondido es el tercer apartado. Aquí se puede ver a San Diego de Alcalá, de Zurbarán; el retrato de Nicolás Omazur, de Murillo, que "eligió ser retratado con una calavera y su mujer con una flor marchita"; o a la infanta Margarita Francisca, "llena de amuletos para evitar su muerte"; y al lado, el de la infanta Isabel Clara Eugenia, que muestra un medallón con la efigie de su padre.
El coleccionismo es el cuarto apartado, cuando un objeto se convierte en arte, como La vista y el olfato, de Brueghel, que habla de gabinetes y pinturas, una armadura, el retrato de Carlos II en el Alcázar de Madrid; un espejo del siglo XII de madera con un águila bicéfala; una escribanía que José de Madrazo, director del Prado, pidió para su trabajo; o un sombrero de vigilante del museo; un retrato de Sorolla pintado por Jiménez Aranda. Y al lado, una paleta de Eduardo Rosales, con la que "se dice que pintó a Isabel la Católica"; un objeto de madera con colores con los que los pintores crean obras de arte y hacen que los objetos hablen".