La magia de la luz de Goya, presente desde su juventud. ABC.es
Desde sus primeras obras de juventud, Goya sentó las bases de su genio y mostró unos intereses que se mantuvieron a lo largo de su trayectoria. Así lo considera Manuela Mena, comisaria de la exposición "Goya y Zaragoza (1746-1775). Sus raíces aragonesas".
Con esta muestra, organizada en el Museo Goya. Colección Ibercaja, la conservadora jefe de pintura del XVIII y Goya en el Museo del Prado ha querido rendir un homenaje al artista "en su ciudad de origen y que Zaragoza se sienta unida a lo mejor de Goya, a sus raíces".
Unas raíces en las que ya se encontraba su técnica de precisión, su economía de medios, su limpieza. "La genialidad del Goya maduro está ya en el Goya temprano. El nivel de exigencia consigo mismo fue absoluto".
Experta en Goya, Manuela Mena no duda en afirmar que los 19 óleos que se exhiben "son los únicos autentificados de esta época de Goya", en la que han sido cientos los atribuidos al maestro aragonés.
"Desde que me propusieron hacer esta exposición, mi condición fue que la haría sin presiones de ningún tipo en la selección de obras y que solo debía estar aquí lo que el Museo del Prado aceptase como de la mano de Goya", afirma rotunda.
Por ello, la exposición "no es una selección de obras de Goya, es lo autentificado por el Museo del Prado de la mano del Goya joven", que permite "realzar, valorar y dar a conocer las verdades de la figura de Goya desde que él consideró que se había convertido en un pintor".
Para Manuela Mena, no existe una diferencia constatada de las obras que pertenecen a la época anterior a su viaje a Italia y a su regreso, cuando inmediatamente recibe el encargo de decorar el coreto de la Basílica del Pilar, "y ahí fue cuando empezó a tener un peso en la ciudad, trabajando para muchos mecenas privados".
Conocida porque nunca le ha temblado la mano a la hora de rechazar la autoría del maestro aragonés, Mena reconoce que es posible que pueda haber algo más de esta época de lo que se exhibe en la exposición, en la que Goya anticipa las bases de su genio.
La originalidad, sin hacer caso de la estética dominante; su ambición y la utilización que hace de la luz, "que para Goya es casi entendida de una forma científica, como lo fue para Caravaggio: la luz está presente en su esencia, como ocurre con genios como Rubens, Tiziano o Velázquez", así como las graduaciones del color, son características del artista presentes en estas primeras obras.
Manuela Mena rechaza la afirmación de que Goya fue un reportero de su época. "Él inventó mucho, nunca copió, como el mejor de los directores de cine que puede haber. Organiza prodigiosamente aquello que quiere hacer".
La experta también se opone al tópico que afirma que Goya no sabía pintar manos. "En contra de lo que se dice, sabe pintar manos y lo hace con su propia expresividad".
La gama de colores que le caracterizó durante toda su vida también se puede ver en estas primeras obras. "Siempre son fríos, tiene la necesidad de utilizar menos colores para lograr sus resultados", según la comisaria, quien resalta que en estos primeros años también se aprecia cómo le guía el estudio de la humanidad.
"Le interesan sus semejantes, pero sin olvidar el paisaje. Si hubiera sido paisajista, sería mejor que Constable", declara.
El recorrido, planteado de forma cronológica, se inicia con el boceto para el coreto de la basílica del Pilar y dos dibujos de ángeles, que la comisaria compara con los de Murillo.
En estos dibujos "de un solo trazo da volumen y definición a la cabeza y movimiento. Pocos lo consiguen, y Picasso es uno de ellos", según Manuela Mena, para quien Goya es un pintor "filosófico" que siempre está pensando.
Ya desde su juventud, el maestro "tiene los conceptos que desarrolla después. Muchas de sus figuras y su forma de tratarlas ya se perciben aquí. Sus modelos de belleza no son bellos; la belleza está en la verdad".
Varios de los cuadros que se exhiben en la exposición se muestran por primera vez atribuidos a Goya, como es el caso de "Muerte de San Alberto de Jerusalén" y "Huida a Egipto", autentificados recientemente por el Prado, y otros es la primera vez que se ven públicamente.
A pesar de mostrarse en estas obras el genio en el que se convertiría Goya, a este pintor de juventud le falta, según la experta, "un mayor juego en las emociones de sus figuras y una mayor armonía en la distribución de sus personajes sin fijarse en las obras de otros pintores".