David Guirao: “Goya utilizó recursos narrativos que hoy siguen vigentes en el mundo de la ilustración”
Conversamos con el ilustrador David Guirao sobre uno de sus últimos trabajos, el cortometraje animado "Me puedes llamar Goya", producido por la Fundación Goya en Aragón.
Tanto de manera directa como indirecta, Francisco de Goya siempre ha estado muy presente en la trayectoria del ilustrador David Guirao (Zaragoza, 1973), pero, sin duda, el cortometraje animado Me puedes llamar Goya, es uno de los proyectos más profundos y complejos que ha realizado sobre el pintor. Una pieza audiovisual de 8 minutos de duración, producida por la Fundación Goya en Aragón, cuyo objetivo es que los escolares conozcan la biografía del pintor y aprendan a valorar, de una forma amena y divertida, su rico legado artístico. Un recurso didáctico, creado en el marco del 275 aniversario del nacimiento de Goya, realizado por Albella Audiovisual, coordinado por Arte por Cuatro y guionizado por Sara Gimeno que, además, ha sido recientemente adaptado a través de pictogramas para los alumnos de Educación Especial por el Centro Aragonés para Comunicación Alternativa y Aumentativa - ARASAAC.
David Guirao lleva más de veinte años dedicándose profesionalmente a la ilustración, creando carteles, juegos educativos, cortos de animación, storyboards, spots e incluso fallas. Pero, principalmente, es conocido por sus proyectos editoriales, en los que ha trabajado con las editoriales más importantes del país (Anaya, Penguin Random, Edebé, Bruño, Edelvives...), ilustrando obras clásicas, como el Quijote o La Celestina, y colaborando con escritores contemporáneos como Soledad Puértolas, Ana Alcolea o David Lozano. También imparte charlas y talleres, acercando el mundo de la ilustración a grandes y pequeños, y en 2017 recibió el Premio Artes y Letras de Literatura Infantil y Juvenil.
Posiblemente seas el ilustrador que en el ámbito infantil y juvenil más ha trabajado sobre Goya y su obra, ¿recuerdas cuándo y cómo fue tu primer encargo?
Fue hace más de veinte años, de la mano de Carlos Millán de Gozarte, ilustrando las actividades sobre Goya que organiza en los colegios. Después, más en profundidad, también elaboramos juntos una guía didáctica, que publicó el Gobierno de Aragón, a raíz de una exposición que se celebró en el Museo de Zaragoza sobre las pinturas de Goya que adornaban el oratorio del palacio de los condes de Sobradiel. Fue muy interesante.
Desde entonces hasta tu último proyecto, Me puedes llamar Goya, ¿crees que ha evolucionado tu forma de representarlo?
Al principio, trabajaba con acuarela e intentaba imitar su pincelada suelta. Después, he ido adaptando la técnica, o el tratamiento formal, al público al que iba dirigido; no he rebajado el tono, pero hay algunos elementos de su obra que, si trabajamos con los más pequeños, son más duros, más complejos...
Es decir, que los cambios en tu manera de dibujar responden, principalmente, al tipo de encargo al que te enfrentas.
Al final el trabajo del ilustrador es comunicar, sea un cartel, una guía didáctica o un vídeo animado. El objetivo es encontrar el lenguaje apropiado para que se entienda el mensaje, sin que este se quede en lo superficial; de manera que también haya elementos o detalles, que a los más interesados les aporten una visión ampliada. La idea es amplificar el mensaje lo máximo posible. Por ejemplo, el cortometraje animado Me puedes llamar Goya está destinado principalmente a alumnos de Primaria, pero ha funcionado muy bien con otros públicos, por eso es importante que la información no se quede corta.
Gracias a Me puedes llamar Goya has podido ver por primera vez animadas tus ilustraciones sobre el pintor en un cortometraje. ¿Cómo valoras la experiencia?
Ha sido muy emocionante. Nos apetecía mucho que Goya tuviera algo de vida. Tuvimos que investigar mucho y segmentar muy bien todas las etapas de su vida, que son muchas y muy variadas, para generar de una manera sencilla la sensación de movimiento. No me canso de decir que ha sido un trabajo en equipo. Hemos recibido muy buena respuesta por parte del público y estamos muy contentos.
Y además, gracias a la labor de ARASAAC, el cortometraje ahora puede llegar a un público aún más amplio, pues ha sido adaptado para el alumnado de Educación Especial.
Cuando vi el vídeo subtitulado me emocioné, porque no es lo normal. Siempre hay una parte del público que no recibe la información, porque esta no ha sido adaptada a sus capacidades cognitivas. ARASAAC hace un trabajo dificilísimo, ahí sí que tienen que simplificar al máximo el lenguaje para hacerlo accesible. Aunque Goya es muy visual, para comprenderlo bien has de tener un conocimiento previo o haber estudiado su obra. De esta manera, cualquier chaval puede entender perfectamente qué significa Goya.
Como decías, en este proyecto has representado cada etapa de su vida, así como algunas de sus obras más emblemáticas, ¿es tu trabajo más complejo dentro del universo Goya?
Desde luego. El diseño del personaje debía ser respetuoso con su figura, a través de sus autorretratos, pero también tenía que imaginar cómo fue de niño, de adolescente, en su vejez… No estoy acostumbrado a crear personajes que evolucionan tanto físicamente. Fue todo un reto. Además, intenté que los colores se adaptaran a cada periodo de su vida, hay etapas muy luminosas, más intensas de color, y otras mucho más oscuras. También me resultó muy complicado explicar la elaboración de los tapices; ahí Myriam Monterde, de Arte por Cuatro, me echó una mano. Tuve que investigar mucho para que un segundo se entendiera todo el proceso.
Imagino que la labor de documentación ha sido ardua, desde estudiar la vestimenta de la época hasta reproducir la disposición de las Pinturas negras en la Quinta del Sordo.
Totalmente. Además, en el caso de las Pinturas negras había que representar su disposición dentro de un espacio cerrado. Buscando recursos, recordé una película de Buster Keaton en la que el protagonista atraviesa habitaciones y pasa de un piso a otro, y pensé: “¡Así es cómo quiero que quede!”. De esta manera se puede ver bien qué pintó Goya en cada espacio.
El cortometraje, además, cuenta con momentos tan poderosos, y tan goyescos, como en el que integras “Los fusilamientos” en el mítico sombrero de Goya. ¿También buscabas con ello transmitir su estilo narrativo?
Intento que la cada imagen narre lo máximo posible, y en este caso hay mucho de ilustración infantil y juvenil. Esa imagen no está pensada como una animación, sino como una ilustración que se va alejando. Quería que Goya soportase el peso de la guerra en su cabeza, que las velas —que se han visto a lo largo de la animación— se transformaran en soldados. Pero hay otros elementos que también he trasladado de la ilustración pura a la animación, como es la parte del viaje de Goya a Italia. El objetivo era que el espectador pudiera meterse dentro del Cuaderno italiano. He intentado jugar con todas las posibilidades, con todos los recursos metalingüísticos y lingüísticos que hay en el mundo de la ilustración, tratando de que el cortometraje tuviera diferentes capas de lectura, diferentes lenguajes, pero que todo quedara armónico.
Desde luego, el legado de Goya en una disciplina como la ilustración ha sido enorme, ¿cómo ha influido en tu trabajo?
Goya empleó la ilustración para contar sus propias cosas. Sin un encargo de por medio, quiso denunciar los desastres de la guerra, posicionarse sobre las miserias humanas y solo depender de sí mismo para narrar. Y es ahí donde utilizó recursos narrativos que hoy siguen vigentes en el mundo de la ilustración. Por ejemplo, utilizar animales para crear metáforas visuales sobre cómo se comportan los seres humanos todavía se sigue empleando. Es cierto que puede haber otros artistas que también lo han hecho, pero Goya lo hizo de una manera muy novedosa, muy actual y que todavía pervive.
¿Siempre ha sido un referente para ti o ha ido creciendo conforme has ido realizando diversos trabajos sobre su obra?
Desde muy pequeño siempre me gustó Goya. Fui bastantes veces al Museo de Zaragoza a ver sus obras y sus grabados, y siempre me impactaba. Además, en casa tenía un libro de Miguel Ángel, otro de Goya y otro de Velázquez, los tenía machacadísimos. Aprendí a dibujar copiando mucho a Uderzo o a Jan, de Superlópez, pero también quedándome alucinado con Goya. Ha habido temporadas en las que lo he tenido más olvidado y otras, como ahora, en las que está muy presente, pero siempre ha estado cerca de mí.
Para un ilustrador es fundamental que su obra sea reconocible, y en tu caso lo es muchísimo, ¿pero en ocasiones tener un estilo tan definido también te puede encorsetar?
Al final cuando una editorial te llama, lo normal es que confíen en ti porque conocen tu trayectoria. Por eso no me preocupa tanto del estilo como el hecho de ser capaz de llegar a aquello que quiero contar. Conseguir que el lector disfrute no solo con el texto, sino también con las ilustraciones y con la combinación de ambas. El estilo puede ser un anclaje, o una especie de condena en algunos casos, pero también es un seguro de vida, es una manera de sentirte protegido. Cuando me dicen que mi estilo se reconoce a la legua, realmente no lo busco, hay otras cuestiones que me interesan mucho más.
Recientemente, has participado en la exposición “Goya en cubos”, en la que varios artistas reinterpretasteis obras míticas del pintor de Fuendetodos frente al público que se reunió en plaza del Pilar. ¿Cómo lo viviste?
Fue una iniciativa muy chula y la disfruté mucho, aunque también la sufrí (risas). Teníamos solo un día para reinterpretar la obra, y había que simplificar mucho, resumir... En un primer momento, al ver que me había tocado el retrato de Fernando VII, estuve tentado de tirar la toalla, porque no me gusta nada el personaje, pero después de analizarlo tiré para adelante. También, tenía miedo de posicionarme demasiado representándolo como alguien cruel, y que el público no lo aceptara, pero la gente fue muy positiva y la experiencia resultó muy interesante.
De todos modos, ¿no crees que el retrato original ya daba bastantes pistas de que el personaje no era muy de fiar…?
A Goya no le gustaba lo que Fernando VII estaba haciendo como rey, y eso se transmite en su retrato. En las obras de los grandes artistas ya no soy capaz de ver al retratado, sino al que retrata. No estoy viendo a un rey, una reina o una duquesa, estoy viendo la obra de Goya, cómo resuelve, cómo pinta. Y esto es lo grande que tiene el arte, profundizar, ir más allá del simple retrato.
¿Si pudieras arrebatarle una obra a Goya cuál sería?, ¿qué obra suya te hubiera gustado pintar?
No tengo ni idea. Pero tuve la oportunidad de ver de cerca la cúpula Regina Martyrum cuando se estaba restaurando, y no lo olvidaré en mi vida. Me causó un impacto tremendo, no esperaba ver unas figuras tan grandes, con esa pincelada tan absolutamente suelta y a la vez tan definida. Impresionante. No tengo una obra favorita, pero me encanta El coloso. Me da igual si fue de Goya o de alguno de sus discípulos, me parece fabulosa. A veces nos obsesionamos por saber quién fue el creador, olvidándonos de la propia obra en sí.
¿En tus próximos proyectos vas a volverte a encontrar con Goya?
Ahora mismo estoy ilustrando un libro con Ana Alcolea, que habla sobre curiosidades literarias. Pero seguramente algún proyecto sobre Goya caerá, porque cada cierto tiempo tengo la fortuna de encontrármelo en mi trabajo.