Las mozas del cántaro

Para Las mozas del cántaro estaba destinado uno de los dos bastidores de medidas iguales citados en la factura del carpintero Alejandro Cittadini. El otro era para su pareja El pelele.

Dos muchachas acaban de llenar unos cántaros en la fuente que está a sus espaldas; en un delicado equilibrio sostienen uno en la cabeza y cargan con el resto en sus brazos. Entre ellas se deja ver una mujer de mayor edad que se ha identificado como la celestina, pues está dando consejos a la moza de la izquierda ya que seguramente hay alguien interesado en la joven. Les acompaña un niño tocado con un sombrero que lleva dos jarras más pequeñas en las manos. Las figuras se insertan en un paisaje rural con elementos arquitectónicos, al fondo asoman campos y una pequeña sierra. Los sillares de la arquitectura son muy semejantes a los que encontramos en el cartón de La boda, al que probablemente flanquearían esta pieza a un lado y El pelele al otro.

En el muro se deja ver una figura subyacente que Goya cubrió con los sillares. Se trataba de la tercera mujer que estaba llenando los cántaros, tal y como la vemos en el boceto. La radiografía de la pintura la deja ver claramente.

La interpretación de esta pintura está muy relacionada con las otras dos arriba mencionadas. Mientras La boda es la representación de un matrimonio de conveniencia en el que la mujer da el sí pero luego alarga la mano a cualquiera, y El pelele simboliza la caída del hombre en manos de la mujer, Las mozas del cántaro sería la tentación de los hombres antes de caer en las redes femeninas. Es un tema éste que Goya repetiría, llegando a su mejor expresión en Los Caprichos.