Alegoría de la Prudencia

Francisco de Goya, con financiación propia, viajó a Italia en la primavera-verano de 1769, a la edad de 23 años, permaneciendo en ella hasta mediados de 1771. Su objetivo era visitar diversas ciudades, especialmente Roma, mejorar su formación artística trabajando las más avanzadas técnicas del dibujo, profundizar en el conocimiento de las diferentes tendencias de la pintura italiana y europea coetánea y estudiar in situ las obras de los grandes maestros italianos del Renacimiento y el Barroco como Miguel Ángel, Rafael, Reni, Sacchi, Gaulli, Pozzo, Maratta, Conca o Giaquinto.

Durante su estancia en Roma, Goya adquirió un cuaderno, hoy conocido con el nombre de Cuaderno italiano, un pequeño libro de notas manuscritas que se alternan con bocetos de escenas y figuras humanas. Consta de ochenta y tres hojas de la tradicional manufactura italiana de Fabriano de papel verjurado blanco y filigranas del siglo XVIII. Algunas hojas fueron arrancadas por el propio Goya o propietarios posteriores. Está encuadernado en cubierta de pergamino de 192 x 135 mm y conserva la cuerda del cosido original. En Italia estos pequeños cuadernos, conocidos también con el nombre de taccuini, eran habituales entre los artistas como un instrumento más de su trabajo. El aragonés utilizó para la realización de los dibujos y notas el lápiz negro, la sanguina, pero sobre todo la tinta aplicada con pincel.

El Cuaderno italiano no presenta los apuntes ordenados cronológicamente sino que Goya iba dibujando y anotando cosas en él de forma salteada. Se trata de una especie de diario íntimo en cuyas hojas encontramos bocetos o primeras ideas para sus encargos tempranos, copias de obras de maestros de la Antigüedad como es el caso del Torso del Belvedere (p. 58) o el Hércules Farnesio (pp. 139, 141, 143 y 145), apuntes de obras de otros pintores que le llamaron la atención como el Martirio de los santos Blas y Sebastián, de Carlo Maratta, la Asunción de la Virgen, de Guido Reni, en Génova o la Circuncisión y Predicación de San Ignacio de Rubens en la Iglesia de San Ambrosio, también en Génova, o escenas bíblicas como la Expulsión de Agar e Ismael (p. 35) o Caín matando a Abel (p. 31). De gran interés son el estudio preparatorio para el Aníbal vencedor que por primera vez mira Italia desde los Alpes (p. 37), óleo con el que Goya se presentó en 1771 al concurso de pintura convocado por la Academia de Parma, o los bosquejos para los importantes frescos de la Cartuja de Aula Dei de Zaragoza, pintados hacia 1774 (pp. 80-83). Además, encontramos listados de materiales para pintar y fórmulas de colores (pp. 3 y 85), el registro de sus ahorros (p. 64), o la relación de las ciudades italianas que visitó durante su viaje, entre otras Génova, Roma, Ancona, Ferrara, Módena o Parma (p. 39).

Tras su regreso de Italia, en años posteriores Goya siguió haciendo anotaciones en este importante cuaderno. Así, entre otras cosas, recogió en él referencias a relevantes acontecimientos familiares como su boda con Josefa Bayeu el 25 de julio de 1773 (p. 89) o el nacimiento y bautismo de sus hijos, que anotó incluyendo datos del registro en la parroquia y los nombres de los padrinos, entre ellos Carlos Salas, destacado escultor catalán afincado en Zaragoza que trabajó en el Templo del Pilar (pp. 112, 113 y 115). También aparecen los nombres de algunos de sus amigos, como Juan Martín de Goicoechea (p. 56) o datos acerca del viaje definitivo para establecerse en Madrid con su familia a principios de enero de 1775 (p. 47). Es posible, incluso, que algunos de los trazos más básicos que aparecen en el Cuaderno no fueran otra cosa que dibujos infantiles creados por su hijo Javier Goya (pp. 106 y 107).

En definitiva, como apuntó Manuela Mena en El Cuaderno italiano (1770-1786). Los orígenes del arte de Goya, las hojas de este apreciado objeto revelan las tempranas ideas de Goya, su estilo, su interés por las expresiones del hombre y por sus gestos, la delicada precisión de su técnica y la calidad enigmática de muchas de sus ideas. Se trata de un resumen de la vida y el arte de Goya, un objeto de estudio del periodo de formación del joven artista.

En el presente catálogo se incluyen únicamente las 111 páginas del Cuaderno italiano que poseen  dibujos. Se han ignorado, por el contrario, aquellas que tienen la impronta de otra página (16), las páginas que tienen solamente texto (29) y, lógicamente, las páginas en blanco (36).

En la primera página dibujada del cuaderno (p. 3) encontramos una Alegoría de la Prudencia, copia de una de las pechinas pintadas al fresco de la iglesia de San Nicola dei Lorenesi en Roma, obra de Corrado Guiaquinto (1731-1733). Según autores como Arturo Ansón o Anna Reuter, el joven Goya debió de sentir una gran admiración por las obras de este artista italiano, cuya obra temprana estudió en profundidad. Se trata de un dibujo realizado a lápiz en el cual solo la cabeza femenina y la del putti están repasadas con pluma.

En esta misma página Goya dibujó posteriormente, cerca del ángulo inferior derecho, una pequeña figura de búfala en escorzo, apunte tomado sin duda del natural en la propia ciudad de Roma, donde había rebaños de estos animales.

También anotó en la parte superior de la hoja diferentes datos, entre los que destaca el siguiente: los Papas son 253. el año 1771. Juliet Wilson-Bareau apuntó en su día que los Papas habían sido en realidad 250 con la llegada al solio pontificio de Clemente XIV en 1769. Para Raquel Gallego la cifra sería la que apuntaba Goya, 253, ya que este manejó como fuente una guía de viaje de Roma, como fue el caso de la edición de 1765 de la guía de Niccola Roisseco, completada por Bottari. Abajo a la izquierda anotó Goya un listado de materiales que necesitaría para trabajar. Unas páginas más adelante escribió otro listado de aglutinantes necesarios para la fabricación de pintura, motivo por el cual Anna Reuter piensa que Goya estaba preparando un trabajo que quizá tuviera que ver con los cuadri….22 o estampas…76 que anotó en este mismo dibujo.