Los borrachos

Los borrachos o El triunfo de Baco (Museo Nacional del Prado, Madrid) fue pintado por Velázquez en Madrid y en parte retocado tras su regreso del primer viaje a Italia, en 1631. En el centro de la escena el dios Baco, en el que se constata el influjo de la obra del mismo tema (ca.1598 , Galleria degli Uffizi, Florencia) de Caravaggio (Milán, 1571- Porto Ercole, 1610), está coronando a uno de los borrachos con quienes comparte la escena. El estado ebrio de los protagonistas del cuadro es delatado por la sonrisa fácil de sus rostros. Su aspecto popular y sus vestiduras rudas contrastan con la figura de Baco, quizá la única que parece adecuada en una obra de naturaleza mitológica. Además Velázquez se ha detenido en la representación de los objetos, de vidrio y de cerámica, que sirven como contenedores del vino.

La copia que Goya hace de esta obra es ostensiblemente más luminosa y clara que el original que sobre el que trabaja. El aragonés ha eliminado la diferencia que existe entre la nacarada anatomía de Baco y las oscuras y rudas telas del grupo de borrachos que le acompañan. De esta manera ha roto la división evidente en dos zonas que Velázquez ha creado en el cuadro, proporcionando de este modo una unidad espacial que no se corresponde con el original. Ha aclarado incluso la figura que aparece agazapada en el ángulo inferior izquierdo, mucho más oscura en la pintura del Museo Nacional del Prado. Sin embargo Goya demuestra una interesante habilidad en la captación de los pliegues de los paños, especialmente en las vestiduras que cubren la mitad inferior del cuerpo de Baco.

Por lo que respecta a la representación de los rostros de los personajes se advierte un cierto endurecimiento de las expresiones en el grabado de Goya, quien elude las sombras que se crean en el lado izquierdo de la cara de los personajes en la obra de Velázquez y decide mostrar los rasgos de una forma más diáfana.

Pese a trabajar con precisión, Goya ha alterado algunos aspectos del cuadro que tienen cierta relevancia en su interpretación, especialmente al eludir la división en dos zonas, que en el cuadro de Velázquez hace referencia a dos mundos diferentes, y al crear un espacio iluminado por igual en el que prácticamente no es posible discernir dónde se halla el foco de luz.