Aún aprendo (G.54)

Véase Se hace militar (G.1).

Sobre un fondo en profundas sombras, un anciano de luenga barba y poblada cabellera blanca avanza su pierna izquierda. Viste un viejo sayo y se sostiene sobre dos bastones. Goya ha despojado la escena de cualquier elemento accesorio y ha concentrado el interés en la encorvada figura y en la intensidad con la que el protagonista dirige al espectador sus pequeños y vivaces ojos y una leve sonrisa irónica. La longeva figura no transmite ni solemnidad ni tampoco el aire grotesco de otros viejos representados por el artista, sino más bien aceptación de sus limitaciones y cierto estoicismo.

Este dibujo, que retoma el tema del anciano apoyado en dos muletas que el autor ya había representado en Así suelen acabar los hombres útiles (C.17), se ha considerado tradicionalmente una representación del propio Goya en su ancianidad. Sin embargo, y como ha demostrado José Martín, es tanto un dibujo autobiográfico, como también una reinterpretación de un tema tradicional de la cultura emblemática clásica, el Anchora imparo, textualmente Aún aprendo. El Anchora imparo es una sentencia atribuida por Solón a Platón, que recogió Plutarco en sus Vidas paralelas y que se adjudicó, entre otros, a artistas activos en su ancianidad como Miguel Ángel. En la cultura emblemática, el lema se ilustraba mediante un anciano de larga barba y aspecto venerable que avanza apoyándose en un andador de niño, encarnando el ideal humanista del anciano intelectual y estoico. Una representación que Goya pudo conocer a través de una fuente concreta de inspiración, la Emblemata horaciana de Van Veen (1612). Sin duda, el Goya septuagenario se identifica con el espíritu de la imagen puesto que en estas fechas no sólo habita en una nueva ciudad, Burdeos, sino que se encontraba experimentando con el nuevo procedimiento de la litografía. Sin embargo, el artista no se limita a copiar el modelo, sino que lo reinterpreta y renueva, no sin un sutil sentido del humor, sustituyendo el andador por un par de bastones. Su aproximación al tema se basa en una puesta en escena directa y aparentemente sencilla, transmitiendo una sensación de proximidad que es la que consigue que el dibujo pase por una referencia autobiográfica, un apunte de su vida cotidiana como los que pueblan el resto de páginas de los cuadernos de Burdeos. La ausencia de elementos secundarios sólo le añade más capacidad expresiva y refuerza su carácter atemporal, que evoca los temas eternos de la sabiduría y el paso del tiempo. Para Martín, finalmente, este acercamiento a un tema del pasado desde un punto de vista subjetivo, emocional y sensible, estaría preludiando el pensamiento romántico. Como en otros dibujos creados en Burdeos, el claroscuro modela el volumen del cuerpo del anciano y lo destaca del dramático fondo en sombras, que se ha reforzado con intensos trazos del lápiz litográfico. El dibujo, desgraciadamente, muestra cierto deterioro en la parte inferior del vestido y del brazo derecho.