Se quieren mucho (G.59)

Véase Se hace militar (G.1).

Dos raquíticos personajes con alas, de sexo indistinguible, se abrazan volando a plena luz del día, como sugiere el fondo desnudo. Sus rostros, de narices deformadas y enormes orejas, muestran una fealdad grotesca y mientras las alas del personaje de la izquierda de la composición parecen de ave, las del personaje central son claramente de murciélago, un rasgo que refuerza su aspecto demoníaco. Sus brazos y piernas huesudos se enredan y transmiten el tira y afloja que mantienen los personajes. Las enormes alas desplegadas enmarcan el abrazo y la postura de ambos, con las rodillas flexionadas y en diagonal, refuerza la sensación de movimiento. Susan Grace Galassi los identifica como dos viejos brujos, hombre y mujer, ocupando el personaje femenino la posición central, con las piernas abiertas y vestida con una túnica floja por encima de las rodillas. Atrae con sus toscas manos al personaje de la izquierda, casi desnudo con un simple taparrabos y que, con los ojos cerrados, sonríe con lujuria. Las muecas de ambos, sus miradas y la íntima conexión entre ambos han sido detalladas en sus rostros con hábiles trazos que los hacen destacar del sombreado tenue que modela su apariencia. La factura suelta y semitransparente de la mayor parte de los trazos refuerza la idea de ligereza del vuelo, porque, pese a lo terrible de su apariencia, la escena no está exenta de cierto humor macabro. Tal y como propone Galassi, evoca cierta nostalgia por la ligereza del tiempo pasado y sus placeres, aunque ignoramos si se disponen a mantener un encuentro sexual en los aires. El fondo en blanco permite distinguir varios arrepentimientos en la concepción de las figuras, como la existencia de un ala, más de murciélago que de ave, en el caso de la figura de la izquierda. Galassi, en su exhaustivo análisis de este dibujo, destaca también el progresivo interés por representar lo sobrenatural mostrado por Goya, especialmente desde finales de la década de 1790. Brujas, hechiceros y demonios, muchos de ellos alados y de rasgos diabólicos, aparecen frecuentemente en sus creaciones, como expresión de la floreciente fascinación que experimentaron muchos intelectuales por lo irracional, precisamente, en la era de la razón. El tema de la brujería, pues, aparece en muchas de sus estampas, como en el Capricho 48. Soplones o en el Capricho 6. Allá vá eso, en el que también aparecen dos brujas voladoras. Estas escenas, como indica Gassier, también incluían el arquetípico personaje con alas de murciélago. Por la misma época en la que trabajó en los Caprichos, el Duque de Osuna le encargó la serie Asuntos de brujas (Vuelo de brujas). Años después, retomaría la iconografía de la bruja y el aquelarre en las Pinturas Negras (El aquelarre). Asimismo, en los cuadernos de dibujos anteriores a los de Burdeos es posible encontrar variaciones del tema, como Brujas a volar (B.56) o La tía Chorriones enciende la hoguera (B.57). Sorprendentemente, Gassier propone otra lectura del dibujo y considera que no se trata de una escena de brujería, sino más bien de una sátira de la pasión amorosa entre viejos, como subraya su irónica leyenda. En su opinión, el personaje masculino ocuparía la posición central y sería la mujer quien le abraza desde la izquierda del papel. El vuelo al que se lanzan simbolizaría, en este caso, el arrebato de la pasión.